A los padres, compañeros y amigos, que han compartido nuestra ilusión.
Esta mañana han caído pétalos de margarita sobre la carta de We will rock you.
Algunos han descendido hasta el suelo de la cocina, y se han posado-amarillos, blancos y morados-como si formaran un mensaje secreto que tuviera que descifrar. Me he quedado mirándolos.
Esta mañana estaba tan aturdida que no sabía cómo relatar en casa lo que había sucedido el último día.
Como en un carrusel, las imágenes daban vueltas en mi cabeza sin que pudiera retener ninguna: rostros, flores, sonrisas, pelucas, focos, discursos, aplausos, palabras, lágrimas, risas, flores, sonrisas, pelucas…
Era desagradable. No entendía por qué. Por qué no estaba tan feliz como el primer día, o tan feliz como cuando llegaron los alumnos y mis compañeros, al día siguiente.
Pensé que no sería mala idea retener algunas imágenes para detener el carrusel, y que no me venciera la tristeza.
Fui sacando todas las señales que me demostraban que estos días no habían sido fruto de mi imaginación: la camiseta, las flores (que veo desde todos los ángulos del salón), la peluca blanca, la capa ga-ga, la gorra, chaleco y jersey de bohemia, y la carta, que aún no puedo leer sin que se me haga un nudo en la garganta.
He mirado los pétalos caídos de margarita, y he hecho mi lista de momentos que guardaré en la memoria:
– el rostro de Patricia, lleno de lágrimas y surcos de maquillaje, enseñándome su móvil, y jurándome que ahí había una carta que había escrito para todos, pero que, con la emoción de los últimos momentos, había borrado.
Yo intenté decir que el lunes la leería, pero al llegar a “el lunes”, noté que comenzaba a llorar, y opté por irme sin despedirme, señalándome los ojos, con la esperanza de que comprendiera lo que quería decir.
-los rostros de felicidad cuando salimos la primera tarde a saludar a nuestras familias, a nuestros compañeros, y a los alumnos y amigos que se habían acercado. Estaban felices, ya está, no puedo escribir más sobre esto.
-el rostro de los alumnos que nos vinieron a ver el viernes. Estaban sorprendidos del espectáculo. Se reían. También eran felices.
-el mensaje que David envió y que leímos mientras comíamos. A David también se le veía feliz.
-la cara del director mirándome disfrazada de bohemia, y preguntándose si en algún momento le había hablado de una hermana gemela, o era la misma persona que veía en el instituto todas las mañanas.
– los chicos saltando por el escenario, mientras fuera Meat, Brit, Scaramouche y Galileo, cantaban Headlong.
– a Kasoghi y Killer Queen cerrando las puertas de los camerinos, como si tal cosa, segundos después de haber realizado uno de los números que ha dejado más impactado al público.
– las risas que Galileo despertó entre el público.
– Brit sentado en el escenario mientras Meat cantaba One by one, sereno, humilde, pasando desapercibido, mirando al suelo, pero concentrado en enviar toda su fuerza a su compañera.
– el rostro de Victoria mientras bailábamos Radio Gaga.
– Esmeralda haciendo de helicóptero, a punto de abrirse al telón, mientras suena la sirena anterior a la aparición de Wembley.
– Paula, emocionada con su cámara entre bastidores.
– los ataques de risa de Susana.
– la peluca, cadenas y pinchos de Mariángeles, y como revolvía en el neceser para buscar el carmín rojo-pasión, como ella lo llamaba.
– los bailes de Scaramouche, que después de haber emocionado al público, daba brincos entre bambalinas con las canciones de sus compañeros, y luego salía al escenario, como un torbellino.
– las risa y saltos de todos al final de las actuaciones.
– las piernas que pasaron junto a mí al final de una actuación, y pertenecían a alguien que hacía una voltereta improvisada.
– la carta de Joel.
– One by one, el del primer día en el salón de actos, y el de cada una de las tres actuaciones. Si el público fuera consciente de todos los que nos acompañaban en el escenario, comprenderían por qué esa escena les hizo mirar hacia otro lado para que el compañero de butaca no descubriera las lágrimas.
***
Después de una hora y media reflexionando sobre los momentos que quiero guardar en la memoria, creo que ya sé por qué han caído pétalos de margarita sobre la carta de We will rock you.
Todo pasa. Pero esas representaciones seguirán sucediendo en el teatro, sin que nadie sea consciente de ello, cada vez que las recordemos.
Los pétalos caerán definitivamente, los folletos se perderán entre otros papeles, los trajes quedarán olvidados en un rincón. Dicen que la camiseta perderá su dibujo, pero me niego a creerlo, si es necesario, la enmarco. Todo irá quedando relegado a la carpeta de “mis fotos favoritas”, junto con otros momentos que nos parecieron que nunca acabarían y que, como todo, acabaron.
Pero en algún momento, tarde o temprano, otra idea de alguien con ilusión se convertirá en un proyecto de teatro, otros ensayos llenarán algunas tardes de instituto, y el trote y las voces de otros adolescentes llenarán los rincones de la primera planta del instituto.
Hay pétalos de margarita en la carta de We will rock you porque para que comience otro espectáculo, éste debe terminar.
Como diría Freddy Mercury: Show must go on.